Que España está en crisis es algo de lo que tienen conciencia hasta en los países más lejanos. Como un día me dijera un japonés ("en España tenéis problemas con el empleo, ¿no?), yo me preguntaría: en España tenemos un problema con la clase política, ¿no?
Tal y como expone César Molinas en su artículo, el problema con esta casta es algo que viene de lejos. La historia de nuestro país demuestra que a menudo hemos tenido dirigentes que apenas se han molestado en hacer que las cosas sean fáciles y llevaderas para los estratos más bajos de la sociedad. Hoy en día, el pánico se apodera poco a poco de los habitantes de la Península Ibérica (no hay que olvidarse de nuestros vecinos portugueses, que tampoco atraviesan una buena racha), que mediante pequeños actos de rebeldía intentan cambiar un poco la caótica situación en la que están cayendo muchas familias.
La administración siempre ha sido un bache en nuestro camino. Por ejemplo, pasamos muchas horas trabajando pero esto no se rentabiliza. Empezamos a trabajar temprano, hacemos una gran pausa para comer y continuamos hasta la noche empleados en nuestros quehaceres. ¿Qué ocurriría si nos adaptásemos al horario europeo o canadiense? Seguramente, perderíamos el turismo que visita nuestro país para disfrutar las fiestas hasta altas horas de la madrugada. Ingleses, canadienses, irlandeses, alemanes... todos ellos terminan sus juergas nocturnas cuando nosotros apenas hemos comenzado. No obstante, producen más y mejor. Su economía está visiblemente mejor que la española, y aunque haya quien los tilde de "aburridos", lo cierto es que las horas que pasan trabajando las aprovechan haciendo rentable su producción. Comen en una cuarta parte del tiempo que nosotros y, en muchos casos, disfrutan de tiempo libre por la noche para pasar con los suyos. El modo de vida es determinante.
Por otra parte, tras salir de una época oscura como fue la Guerra Civil y dejar atrás el Franquismo, España se levantó para intentar ponerse al nivel de sus vecinos en muy poco tiempo, algo para lo que muchos no estábamos preparados. Los bancos concedía créditos que los ciudadanos aceptaban sin pararse a pensar en las posibles repercusiones que tendría sobre ellos y el crédito una hipotética pérdida de empleo, las vacaciones se volvieron algo indispensable para muchos y se empezó a relacionar lo caro con lo mejor. Muchos gastaron sin pararse a pensar en sus posibilidades reales mientras otros ahorraban temiendo lo que hoy tenemos: una tasa de paro que asusta y miles de personas que se ven en la obligación de emigrar.
Y como fiel reflejo de los ciudadanos, están los políticos. Son la mayor preocupación de los españoles que, no obstante, muchas veces se quejan en la taberna del pueblo sin llevar más lejos (a las urnas, por ejemplo) sus lamentos sobre "la Casta". Y se que tal y como afirma Daniel Montero en su libro, ser político en España es un chollo en el que participan familiares y amigos. El juego que se traen entre manos, en el que perder o ganar determina la tajada que sacan de los ciudadanos y la inmunidad que aparentemente tienen, está haciendo que las quejas cada día aumenten en las calles. No obstante, seguimos sin tener políticos realmente preparados para ejercer su trabajo. Modestamente, vería mejor que el Ministro (o Ministra, no vaya a ser) de Sanidad estuviese directamente implicado en la rama médica y hubiese vivido de primera mano lo que es estar sometido a la presión de los sanitarios, o que el Ministro de Justicia fuese un respetado magistrado cuya carrera lo hubiese llevado con "justicia" hasta su puesto. Pero como de ilusiones no se vive, hay que adaptarse a lo que se da.
Políticos que no se pagan la gasolina de su coche particular o que usan el móvil del trabajo para realizar llamadas personales que corren a cargo de todos son fiel reflejo de lo que casi cualquier ciudadano de a pie hace en su empresa. Pero en este caso, la empresa se está viniendo a pique y es necesario recortar allá donde los gastos son más innecesarios. Multas de la DGT, regalos a otros países y mandatarios, suculentas comidas, vacaciones con familia, asesores y vecinos... todo esto corre a cargo de una ciudadanía que no puede más.
Tal vez sea necesario pedir un poco más de decencia en los políticos, buscar en ellos esos valores que se inculcan cada vez menos en los profesionales del futuro. Hablo del respeto, del saber estar, de la honestidad, de la lealtad, del interés por aprender, de la tolerancia y de tantos otros que se quedan por el camino. La sociedad la construimos entre todos y somos todos los que debemos sacar hacia delante este país tocado pero no hundido.
Los problemas de España son demasiados como para que abordarlos sea realmente algo posible. Pero tal y como hacemos día a día, enfrentarnos a ellos es lo mejor que podemos hacer. No hablo de insurrección, sino de una reclamo en voz alta por unos derechos básicos que año tras año nos hemos ido ganando como pueblo y que ninguna clase gobernante puede tirar abajo.
"La gran traición es el acto fundacional de la política. La antropología lo demuestra, la tragedia griega lo escenifica, las religiones monoteístas lo transmiten: el hombre se vio obligado a traicionar para salir de los sistemas arcaicos primitivos" (Jeambar y Roucaute, 1997, 85).
ResponderEliminarJEAMBAR,Denis y Yves ROCAUTE: Elogio de la traición. Sobre el arte de gobernar por medio de la negación, Barcelona, Gedisa, 1997.
Maldita documentación