Definir
algo así resulta muy complicado tanto para los que están metidos en
el mundillo como los que permanecen ajenos a ello.
El
periodismo es, en primer lugar, una vocación. El periodista se hace
en muchos aspectos, pero para ello es preciso nacer como tal. Por
decirlo de otra forma: se nace periodista y este modo de vida se pule
a lo largo de los años.
El
periodista es una persona con poco tiempo libre, que debe ser
consciente del mundo en el que vive y observarlo desde tantos prismas
como sea necesario. Dentro de la imposibilidad de la objetividad
pura, un buen profesional debe dejar de lado sus opiniones (a menos
que estas sean explícitamente requeridas) para informar a la gente
de lo que acontece más allá de su área de conocimiento. Mantenerse
activo en la búsqueda de datos que puedan resultar interesantes, no
dejar de lado la profesionalidad y el respeto, saber moverse por el
mundo que lo ocupa... el periodista es una persona que no para,
activo en todo momento.
¿Son
necesarias las escuelas de periodismo para ser periodista? Más allá
de la formación que estas proporcionan, lo cierto es que se puede
ser un buen periodista sin haber estudiado. Los conocimientos que se
adquieren en las universidades hoy en día no son indispensables para
llegar a ser un profesional valorado, ya que el periodista se hace
con la experiencia que gana en el día a día. ¿Acaso no son
periodistas Gabriel García Márquez o Kapucinski?
Ellos (y
otros como ellos) desempeñaron un importante papel como tal,
informando de lo que ocurría a lo largo y ancho del mundo, muchas
veces sin pelos en la lengua, y terminaron por hacer de la profesión
lo que es hoy en día. El título ayuda, pero no acredita que seas un
profesional. El aprendizaje recibido de unos profesores que saben de
lo que hablan es impagable, pero a la hora de salir al mundo real, en
el que no se te califica por la nota en un examen o la participación
en clase, es cuando debe aparecer el verdadero periodista, el que
actúa por si mismo o bajo los parámetros del medio para el que
trabaje.
Hoy
en día hay profesionales con título o sin él trabajando en
diferentes medios de comunicación. No me refiero a Belén Esteban, a
la que unos cuantos denominan «la princesa del pueblo» (y yo me
pregunto: ¿qué clase de pueblo quiere una princesa así?), sino a
profesionales que forman medios tales como Periodista
Digital, Periodismo
Humano, Periodismo
Ciudadano o 233grados,
así como aquellos canales de televisión, emisoras de radio y medios
impresos que todos vemos en el día a día para que nos informen de
las cosas trascendentales que pasan en el mundo. Sin
ir más, lejos, Carles Francino o Ángels Barceló no tienen título
y son muchos los que los consideran un referente en el mundo
periodístico.
No
quiero decir con esto que cualquier persona pueda llegar a ejercer el
periodismo ni mucho menos. Yo misma estoy estudiando la carrera
porque considero que la formación que en ella se me proporciona es
importante a la hora de salir al mundo laboral, pero soy consciente
de que no es el único camino para poder llegar a vivir de lo que me
gusta. Seguramente, habrá gente que no estudie periodismo en ninguna
universidad y que, sin embargo, sea mucho mejor que yo a la hora de
actuar como tal.
En
la época que nos ha tocado vivir, en la que para muchos el
periodismo ha perdido esencia y prestigio, estudiar esta profesión
es más que nunca un acto de fe en el oficio. Se estudia periodismo
porque se cree en él y es la forma más fácil de llegar a ejercer
como tal algún día.
Al
final de su discurso ante la 52ª Asamblea de la Sociedad
Interamericana de Prensa (SIP) en Los Ángeles (EE.UU.) el 7 de
octubre de 1996, Gagriel García Márquez escribía algo que me ha
parecido muy acertado sobre la profesión del periodista: «El
periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y
humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie
que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se
alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido
puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la
noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso.
Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo
para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz,
cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para
siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a
empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.»
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